Solía decir de mí mismo, que era un terapeuta, como tantos otros, con la única diferencia de que yo, al igual que mis clientes, había sobrevivido al abuso infantil y al maltrato, hasta que un día, un cliente me dio un nombre nuevo...

Lo llamaremos Andrés.

Cuando llegó a mi consulta, estaba al borde del colapso. Era uno de esos hombres que parecen tenerlo todo bajo control: exitoso, respetado, con una carrera impresionante y una vida que cualquiera envidiaría.

Pero por dentro, estaba hecho pedazos.

Cada sonrisa que daba era como un vendaje que intentaba tapar la herida profunda que llevaba desde hacía décadas.

La herida que seguía sangrando, invisible a los demás, pero muy real para él.

Había probado de todo: años de terapia tradicional, sesiones donde le hacían contar y volver a contar su historia hasta sentirse vacío. Pero cada vez que salía de una de esas sesiones, sentía como si la herida se hiciera más profunda.

—No quiero volver a hablar de lo que me pasó, me dijo apenas se sentó frente a mí la primera vez.

—No puedo soportar volver a sentirlo. Necesito sacarlo, pero no sé cómo. ¿Puedes ayudarme?

En ese momento, me miraba con desesperación, como si yo fuera su última esperanza.

Lo que no sabía Andrés es que mi método, La Terapia Secreta, no se parece en nada a las terapias tradicionales.

Aquí no te obligo a abrirte en canal ni a hurgar en tus recuerdos dolorosos.

Lo que hago es ir directo a lo que te mantiene atrapado, desatar los nudos que otros dejaron,

sin necesidad de revivir el infierno una y otra vez.

Y así empezamos.

Durante cada sesión, trabajamos en silencio, sin que él tuviera que contarme su historia, sin que tuviera que sacar a la luz el dolor que tanto había tratado de ocultar.

Semana tras semana, la carga que llevaba empezó a aligerarse.

La culpa que lo atormentaba empezó a desvanecerse.

Hasta que un día, al final de la última sesión, me miró y sonrió con una expresión de alivio que nunca le había visto antes.

—No puedo creerlo —dijo casi susurrando.

—Es como si me hubieras operado por dentro, sacando todo ese dolor sin abrirme en canal.

Lo miré en silencio, esperando que continuara.

—Eres como un cirujano… un cirujano de almas —dijo, riendo suavemente.

—El cirujano que necesitaba para sanar la mía.

Esa comparación me impactó.

Nunca lo había visto de esa manera. Pero tenía razón.

Desde entonces, lo adopté.

Soy Manu Tunas, y no me considero un terapeuta más.

Soy un Cirujano de Almas.

No necesito que me cuentes cada detalle doloroso de lo que te pasó.

No necesito hacerte revivir el trauma para sanarte.

Mi trabajo es liberar lo que te sigue pesando, sin tener que exponerte al dolor.

Si sientes que hay una herida profunda que nadie ha podido curar, tal vez lo único que necesitas es un cirujano.

Uno que sepa cómo operar en el alma sin hacerte más daño.

Descárgate mi e-book “3 Ejercicios Para Rebajar el Peso Emocional Que Te Está Aplastando" y haz la prueba.

Deja que te muestre cómo sanar sin revivir el tormento, porque lo último que necesitas es hablar más.

Lo que necesitas es liberarte.

Un Cirujano de Almas